Pero aquí hay otra dificultad que la novela presenta al guionista: en el libro no hay diálogos. Cuando un personaje habla lo hace con una frase muy rotunda, terminante, y entonces los diálogos hay que inventarlos.
En esa nota estaba, en embrión, lo que Martín Caparrós llegaría a ser como escritor de realidades y escritor de ficciones a lo largo de 50 años de rigurosidad
Cuando una tiranía pone precio a la cabeza de un escritor, significa que las palabras han cumplido su cometido. Ha conseguido que sea lo que debe ser,
letra viva, no letra muerta.